Escribía el psicólogo y filosofo William James que una suposición universal podría ser falsada por un solo ejemplo particular. Si tú supones que todos los cuervos son negros, y tú quieres desmontar esta creencia, basta con que muestres a tu profesor un cuervo blanco. La proposición no pierde ni un gramo de consistencia si hablamos de mirlos en vez de cuervos. De hecho, el “white raven” que el filósofo americano escribió, coincidente con el nombre del premio que en Munich otorgan a los libros que merecen ser leídos incluyéndolos en una famosa lista de recomendación y que ganó nuestra Mariasun Landa hace media docena de años con un libro infantil que no olvida a los pájaros: Elefante txori-bihotza, es conocido por estos lares como Mirlo Blanco o Zozo Zuria en euskera.

Conocido es que tanto una como la otra son aves rabiosamente negras e incluso se disputan su negrura o se la echan en cara. En uno y otro caso, es extremadamente raro ver ejemplares raros, mucho más que ver una oveja negra en un rebaño y en consecuencia paradigma de rareza. Es por ello que conlleva además un halo de orgullo el considerarse mirlo blanco, orgullo que puede derivar por exceso en altanería mal vista.

Hay una bonita e interesante comedia en un acto del dramaturgo ruso Chekhov, que en inglés se suele traducir como The bear, en español como El duelo o El oso, en euskera como Basapiztia, con un texto tan variablemente traducido como su propio título. En una de sus diatrivas contra las mujeres se dirige Smirnov a la joven y apuesta viuda Popova a la que pretende cobrar una deuda: Pues sepa, señora, que en mi vida he visto muchas mas mujeres que gorriones. […] charlaba como una urraca sobre la emancipación. […] permítame que le diga - en alas de la sinceridad - que un gorrión piensa mil veces mas que un filósofo con faldas. […] ¡Antes se encontraría un gato con cuernos o un mirlo blanco que una mujer constante!”. En la traducción que he trasladado aquí se había obviado la mención al mirlo blanco y en la de Calpe, 1920, por ejemplo, está sustituído por un más cañí toro con seis patas. En la versión inglesa de Roy Temple House de 1909 no falta el white blackbird como tampoco falta el xoxo zuria en la euskérica de Begoña Lasa de 1987. Vicisitudes de traducción y traición al margen, valga como ejemplo de la prosa del médico ruso tan rica en referencias a la naturaleza y en especial a las aves. Antes de abandonar la literatura, recomendamos desde aquí Histoire d'un merle blanc, de Alfred Musset, narración traducida al euskera en 1991 por Juan Kruz Igerabide e ilustrada por Álvaro Matxinbarrena, de mano de la editorial Erein. Por otra parte, el cuento infantil Zozo zuria que desde Iparralde nos ofrecen Bittori y Beñadin lo presentamos con su correspondiente propuesta didáctica.

Otro mirlo blanco fue el escritor, pintor, humorista, financiero...
cubano-bilbaíno Manuel Aranaz Castellanos. Escribió, entre una extensa obra, un "Diálogo en un acto y en prosa" titulado El Mirlo blanco. Después de quebrar el Banco de Crédito Minero y ver dilapidada su fortuna que se comenta que ascendía a un millón de pesetas se pegó un tiro en un descampado camino de Errekalde. No es el primer millonario que se suicida al verse en apuros, sólo hace falta recordar el reciente del alemán Adolf Merckle, que nos trae al recuerdo el despiste o franqueza o genialidad de Bennedetti: ... algo es algo.

Aclaremos, antes de seguir, que todo es cuestión de grado. Toros con seis patas han sido noticiados, aunque esa anomalía o malformación natural sea seguramente más extraña que la del caso que nos ocupa. Para saltar de la rareza más extrema a la rareza imposible tengamos seguramente que hablar de perros verdes o panteras rosas. Y si a esto le queremos añadir alguna dosis de infantil patetismo o esquizofrénico protagonismo podríamos recordar, volviendo a los mirlos, la elucubrante aventura lunática del fraudulento vídeo Mirlo rojo del televisivo navarro J. J. Benítez.

El albinismo, parcial o total, en las aves, y en los mirlos más concretamente, es un fenómeno ampliamente conocido, tan es así que hay mirlos blancos famosos como el que habita en Zerain, en el Goierri gipuzcoano que podemos observar gracias a una fotografía de Egoitz Izagirre. Otro diferente es el que ilustra estas líneas. Un cazador de Usansolo nos mostraba orgulloso una fotografía de una sorda blanca que él mismo había abatido.

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